El mar cuenta historias, la Dra. Ligia Pérez-Cruz las traduce
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De niña veía la caricatura “Marino y la Patrulla Oceánica”, a los 20 años no sabía muy bien qué quería hacer, pero fue embarcada en el buque de la UNAM, Justo Sierra y eso cambió, literalmente, su rumbo hasta convertirla en una de las científicas mexicanas más especializadas en el estudio, de lo que ella llama las páginas de un libro que cuenta la historia del mar: los sedimentos marinos.
Se trata de historias, que como dicen los científicos sociales, nos permiten estudiar el pasado para resolver el presente o el futuro. Un ejemplo es la crisis climática que hoy enfrenta el planeta, debido al aumento de la temperatura, a causa de los gases de efecto invernadero.
“Tenemos una situación similar al cambio climático en el pasado –dice la Dra. Pérez-Cruz– ocurrió hace 56 millones de años, y se le conoce como el máximo hiper termal del Paleoceno-Eoceno. Es una lección del pasado que tenemos hacia el futuro”.
Y son historias lo que más le gusta contar a esta especialista en Paleoceanografía, que cuenta con un amplísimo y destacado currículum como investigadora del Instituto de Geofísica de la UNAM, además de ser la Secretaria Internacional de la Unión Geofísica Americana y Presidenta de el Global Engagement Committee de la American Geophysical Union, así como miembro del Scientific Board of International Science Program de la UNESCO.
“Lo que más me ha gustado descubrir en la historia del mar es qué tan rápido fue la recuperación de la vida después de una extinción masiva de la vida en la Tierra y, sobre todo, de la vida marina; me refiero al fitoplancton y al zooplancton, esos pequeños organismos que viven en la superficie del mar.
“Porque la cuando fui a la expedición en el cráter de Chicxulub, que fue donde cayó el meteorito que propició la extinción de los dinosaurios, vi cómo se llevó 76% de la vida del planeta. Y entonces el reconocer que después del gran impacto, la vida se recuperó en algunos cientos de años. Es increíble, nos habla de la resiliencia que tienen los organismos a este tipo de impactos”, dice la Doctora Pérez-Cruz.
En su charla con Laboratorio Marino Virtual, a propósito del Día Internacional de Día Internacional de las Mujeres y las Niñas en la Ciencia, la Dra. Pérez-Cruz ofreció a la audiencia, en promedio infantil, un panorama de lo que es su trabajo.
Su objetivo como paleoceanógrafa es reconstruir cómo fueron las condiciones del océano a través de los de los sedimentos marinos que se encuentran en el fondo de los océanos y que se forman precisamente por las partículas que vienen del continente, o por las partículas que vienen de la superficie del océano.
“Y estas partículas que vienen de la superficie del océano regularmente son los esqueletos de lo que se conoce como el plancton, que son estas plantitas y animalitos que viven en la superficie de agua y en la superficie del mar, y que son el primer eslabón de la cadena trófica, es decir de la cadena alimentaria.
“Estas capas de sedimentos son como las hojas de los libros, que van contando cómo fue cambiando el océano a través del tiempo geológico”.
Para obtener la información que brindan estas capas de sedimentos se utiliza un barco, una plataforma y se hacen perforaciones con tecnología especializada, cuando se perfora a pocos metros de profundidad se usan cilindros de plástico o metal o nucleadores y algunos tienen un disparador para que penetre más.
Pero para analizar la historia de hace millones de años se perfora con maquinas que utilizan diamantes, para tomar material de cientos de años a cientos de metros de profundidad.
“Previo a que se decida el sitio de perforación –apunta la doctora Pérez-Cruz– se realiza una serie de estudios para tomar un tipo como de radiografías de los sedimentos y buscar los mejores sedimentos, las mejores secuencias donde haya una mayor continuidad, y para ello se requieren estudios de que le llaman de batrimetría, o sea un mapeo de cómo está el subsuelo, conocer la dureza.
Se llama geotecnia la parte con la que se conoce la dureza del sedimento y la dureza de las rocas, lo que ayuda a saber cuáles son las herramientas que se van a necesitar para perforar.
“Es una gran experiencia porque cruzamos toda la columna de agua, que a veces puede ser muy somera de 20 metros, pero por ejemplo en la cuenca de Guaymas, la columna de agua era de mil 800 metros y perforamos 500 metros, mientras que en la otra parte la columna de agua era muy poquita, eran 20 metros, pero perforamos más de un kilómetro, perforamos mil 400 metros,
“Fueron dos meses de estar ahí sacando todos estos registros, todos estos libros que ya eran tomos sobre la vida, cómo había cambiado el planeta y cómo había sido la vida también en los océanos”, explica la investigadora.
Al obtener este material se toman muestras para analizar los minerales, los fósiles o microfósiles en laboratorio y también hacer una serie de análisis químicos para diseñar interpretaciones.
“Es un trabajo de detectives, estar buscando pistas y los sedimentos representan cápsulas de tiempo que contienen muchas claves de cómo fue la tierra y por supuesto, los océanos. Y entonces, cuando los científicos juntamos toda esta información, podemos reconstruir cómo fue el océano en el pasado. O sea, esto es lo que es paleoceanografía”, explica.
Cuenta que en los años 70, en estas perforaciones científicas participaban regularmente hombres, no había participación de las mujeres, era incipiente, casi nula. Pero, por ejemplo, en una expedición en la que ella participó en 2019, todas las personas que estuvieron en el barco y que mostraron el núcleo, son mujeres.
Para esta investigadora, la ciencia también puede ser divertida. Durante su más reciente expedición en Guaymas probó el metano y fue toda una experiencia.
“El dióxido de carbono es uno de los gases de efecto invernadero muy potente por el cual tenemos el calentamiento global, pero otro gas importante es el metano, que está resguardado en unas como cajitas en los sedimentos marinos profundos. Y en estas grandes profundidades y grandes presiones, lo que pasa es que queda conservado como si fuera un hielito.
“Tuve la oportunidad de que en una de las perforaciones se liberaron estos como fragmentos que suben a la superficie como pedazos de hielo, estaba en la cubierta, lo cogí y me lo metí a la boca, porque yo decía ¿qué es esto?, ¿a qué debe saber el metano? Y me lo puse en la boca. Y eran como esos dulces que empiezan a explotar en la boca. Con varios de la expedición estábamos ahí como niños jugando, porque realmente es muy divertido lo que hacemos, es muy divertido”, dice.
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