Empezó en el baldío de su casa, hoy es bióloga marina en Londres
“Cuatro mil metros de viaje al fondo del Pacífico”. Ese es un buen título para la vida de Guadalupe Bribiesca, la bióloga marina mexicana que trabaja en el Museo de Historia Natural de Londres desde 2019.
Es una vida que actualmente, además, está aderezada por un misterio (¿existe vida en el Océano Pacífico después de los 4 mil metros de profundidad?) y lo que podría ser un adversario (empresas que desean explotar comercialmente esa zona del mar).
Hasta antes de 2019 se creía que no existían animales que pudieran vivir más allá del Pacífico abisal pero el grupo de investigadores con los que trabaja Guadalupe Bribiesca demostraron que sí: han descubierto al menos 39 especies que viven en ese mar profundo.
“Lo que estamos tratando de hacer es mostrar que sí hay animales allá abajo y que son muy diversos, son grupos que normalmente no los encuentras en zonas profundas. Muchos de ellos hace mucho que se separaron en términos evolutivos, hace más de 100 años que divergieron evolutivamente”.
Bribiesca llegó a Londres con un contrato de 22 meses en el Museo de Historia Natural de Londres pero su trabajo le ha permitido renovar ese contrato en tres ocasiones para llevar a cabo esta expedición con la que un grupo de investigadores busca desentrañar el único misterio que le queda al ser humano: el mar profundo.
“Lo que queremos hacer es entender quiénes viven en esta zona abisal del Pacífico”, cuenta Bribiesca.
Aquí es donde entra a escena el interés comercial: en el fondo del mar se han descubierto yacimientos de nódulos metálicos, unas rocas que contienen todos los metales necesarios para crear las baterías que se usan, por ejemplo, en los coches eléctricos.
“Una de las razones de estas compañías es que en tierra es mucho más difícil conseguir estos materiales. Entonces hay quienes piensan que una opción es sacarlos del fondo del mar, pues se asumía que no había realmente nada viviendo ahí abajo. Y justo es lo que estamos tratando de hacer nosotros: enseñar que de hecho sí hay muchos animales allá abajo”.
En septiembre del año pasado, Bribiesca y su grupo de investigadores publicaron un estudio en la revista especializada ZooKeys en el que se documentó el hallazgo de 39 especies potencialmente nuevas para la ciencia. Es decir, animales nunca antes vistos por el ser humano.
Eso explica el entusiasmo con el que Guadalupe Bribiesca narra las peripecias que ha vivido desde que era niña para llegar a este punto de su vida.
“Me acuerdo que tenía como ocho años, estaba en tercero de primaria, cuando empecé a decir que quería ser bióloga marina. Todavía recuerdo que mi maestra de ese entonces me intentaba convencer de que era una mala idea”.
“Te vas a morir de hambre”, le decían a la niña Guadalupe, quien, a pesar de esa mundana preocupación de adultos, ocupaba sus horas de juego en explorar el baldío que estaba detrás de su casa: “Atrapaba insectos, los metía a la casa y los diseccionaba”, recuerda con alegría.
Tras estudiar bilogía marina en la UNAM, sucedió una cadena de eventos afortunados que le mostraban un destino claro: la aceptaron en la Universidad de Melbourne para hacer el doctorado y justo el día que entregó su tesis, el Museo de Historia Natural de Londres (al que había conocido un año antes y que consideraba su lugar favorito) abrió una plaza para investigación submarina.
“Inmediatamente pensé que era el trabajo perfecto para mí y y apliqué. Tuve la suerte de que me lo ofrecieron y se supone que me quedaba por 22 meses pero ahora estoy en la tercera vez que me extienden el contrato”.
Con toda esta experiencia y con sus 35 años de edad, Bribiesca tiene claro qué le diría a las niñas que sueñan ser biólogas. Y no, no es un consejo sino una emoción.
“Cada vez que tengo la oportunidad de ir a una campaña oceanográfica, de verdad me dan ganas de llorar de la emoción cuando zarpamos. Si alguien quiere ser bióloga marina jamás les diría que no lo hiciera”.
Por el contrario, y a pesar de que “evidentemente un biólogo marino no se hace millonario”, a Guadalupe Bribiesca le gusta repetir una frase para todos aquellos que le preguntan si su travesía de bióloga marina ha valido la pena:
“Si yo supiera que hay otras vidas y pudiera decidir qué hacer con ellas, en cada una de mis otras vidas volvería a ser bióloga marino”.
Verónica Díaz/Mares Mexicanos